Alexander Pushkin

Alexander Pushkin

Alexander Pushkin fue un nómada que amó lo imposible: los versos, en una autocracia que sólo veía la conveniencia de los ucases. La historia, en un país del s. XIX que sellaba los archivos y prohibía los nombres. Amó a Natalia Reznich que errante moriría en Italia.
Los sueños nocturnos que dictan versos con enigmas sacudieron su alma y a sus lectores. Amó la revolución francesa cuando era santo y seña de conjurados. Deshizo el decoro de la corte y el idioma de Sanct Petersburg de cristal y tiniebla, con una elegancia perturbadora. Sus versos liberaron de toda tutela la poesía de su desmesurado país. "Vasallo de mis impulsos estar aquí y allí". Sucesivamente entendió el alma de Byron para entrar en la oscuridad del designio de un sublevado: Pugachev, nombre que fue proscrito como lo sería el suyo después de su muerte. De su m·sica salieron los Demonios de Dostoevsky. Al tiempo que su poesía arrebató a la mudez de las ruinas, la Guerra y la Paz de L. Tolstoy. Podemos tomar para él la invocación de M. Tsvet·yeva: "Existen palabras de conjuro, magia aparte del sentido. Palabras que sin ser dichas tienen significación. Palabras que dejan a un lado la razón porque sólo necesitan del oído. Son las palabras de una lengua de fieras, de niños, de vidente.
La poesía de Alexander Pushkin (1799-1838) puede ser sentida así. Fue precursor de la poesía moderna, por su consciencia del sitio del sueño de la literatura d·ndole un idioma a la vida. Creó su leyenda con una muerte oscura por sus razones. Tal vez la angustia suya ante el hastío y la humillación lo llevaron al duelo sangriento donde perdió su vida. Rubén Darío Flórez Arcila (1960, Pijao, Colombia).