
Tras un viaje errático en que perdió su equipaje y se equivocó de tren, Nietzsche llegó a Turín y comprendió inmediatamente que en esta ciudad se encontraría plenamente a gusto. Quedó fascinado por la vista de los Alpes y por la organización de las calles que parecían "perderse en las montañas". Disfrutó de los bellos pórticos que permitían largos paseos sin exponerse a la lluvia y frecuentó las salas de música, los cafés y las heladerías. Nietzsche se instaló en una habitación modesta y comía en las fondas más sencillas, al tiempo que trabajó intensamente en tres de sus obras más importantes: Ecce homo, El crepúsculo de los ídolos y El anticristo.
Situándose en la ciudad de Turín, Chamberlain sigue con profunda simpatía los pasos de Nietzsche por calles y plazas y reconstruye su mirada, su entusiasmo y sus estremecimientos en el puente sobre el río Po o en las funciones de la ó...leer más