«La guerra nunca termina, ni siquiera cuando se canta victoria». Inherente al ser humano, lo ha acompañado como una sombra a través del tiempo y el espacio. La guerra es, pues, normal: no sólo engendra el cosmos (Heráclito), sino que constituye el estado natural del hombre (Hobbes, Kant); más aún, el ser se revela como guerra (Lévinas): de ella surge la estructura misma de la existencia —individual y social— y nuestra manera de pensarla. Pero paradójicamente la guerra es «inhumana»: aunque la lleven a cabo hombres, éstos actúan poseídos por potencias que los rebasan y transforman, potencias que la mitología identificaba con dioses. La guerra tiene vida propia, no está sujeta al control humano, existe sólo para sí: la comprensión de este hecho, ignorado por los modelos seculares, implica el cabal entendimiento de lo que la guerra engendra en los hombres: atracción, culto y, en última i...leer más