Lo que deseamos es que las grandes obras de la poesía universal, aquellas que atestiguan lo poético de un modo sorprendente, sean reconsideradas todo el tiempo, revisitadas por traductores sagaces: los cambios en la conciencia del mundo, a causa del devenir de la civilización, exigen de estos, sus nuevos intérpretes, retomar por otros caminos, más practicables para su época, el acercamiento a tales poemas. Este recomenzar del "traducir" obedece a la necesidad de revivir mediante el habla de un momento nuevo de la historia de la designación de presencia, en sí no histórica, que habían cumplido esas obras. Y como ese recomenzar es también lo que intentan por estos mismos días los que escriben poesía sólo a partir de sí mismos, traductores y poetas casi no tienen por qué sentirse diferentes. Forman parte de la misma comunidad.