«Ética» y «empresa» parecen habitualmente términos contrapuestos, como si llevar adelante una empresa implicara arrumbar necesariamente toda suerte de valores morales, o como si, desde la perspectiva contraria, vivir moralmente nos exigiera evitar cualquier contacto con el mundo del negocio. Es correcto este prejuicio tan extendido? ¿No descansa en un modo inadecuado de entender tanto la ética como la empresa?
Así parece, porque diversas experiencias muestran que las empresas que sobreviven y logran mejores resultados son precisamente aquellas que también han incorporado en su quehacer cotidiano un conjunto de valores morales; valores que componen un nuevo modo de entender la empresa, una nueva cultura empresarial. La razón de esta necesidad de valores no es difícil de sospechar: las empresas cobran sentido y legitimidad social al prestar sus servicios del modo que reclama la s...read more