Fuente: www.csun.edu
Por: Cindy Von Quednow
Breny Mendoza no se consideró inmigrante hasta que llegó a vivir en California.
Después de vivir 30 años fuera de Honduras, su país de origen, viajando y viviendo por Latinoamérica, Europa y Estados Unidos, Mendoza solicitó la residencia permanente cuando vino a Los Ángeles en el 2001 para enseñar en CSUN.
“Me ha costado muchísimo asumir la identidad de inmigrante porque siempre he querido decir que soy latinoamericana o que soy hondureña, siempre con la idea que voy a volver, o que esto es transitorio”, dijo Mendoza y considera que no sintió los efectos de ser inmigrante hasta que vino a EE.UU.
“Ser visto como latinoamericano, como centroamericano, es casi una desventaja”, comentó Mendoza, quien enseña en el departamento de estudios de género y la mujer desde septiembre del 2001, justo antes que ocurrieran los ataques de 9/11. Por eso, ella considera que eligió un mal momento para sentirse inmigrante. “La discriminación es furibunda”.
Pero Mendoza es más que un inmigrante. Es académica, feminista, hasta Marxista. Ella ha vivido bajo distintas condiciones políticas y sociales en varios países del mundo como Alemania en la Guerra Fría, y Nicaragua después de la derrota de los Sandinistas.
“Para mí, el país ideal sería un pedacito de cada uno de los que he vivido”, señaló Mendoza.
Mendoza nació en Tegucigalpa, Honduras en 1954. Al terminar la secundaria fue a estudiar a España, que estaba bajo la dictadura de Francisco Franco. En 1973, después de visitar Alemania con una amiga, decidió mudarse a Heidelberg.
Mendoza vivió en Alemania por 10 años, donde recibió su licenciatura y maestría en ciencias políticas y sociología. Mientras ella estudiaba las teorías de Marx en Alemania durante la Guerra Fría, al otro lado del mundo, América Latina estaba en un estado caótico y de revolución. Muchos exiliados latinoamericanos llegaron a Alemania y formaron una comunidad respetada.
Mendoza cuenta que fue justamente en esa época cuando se descubrió como latinoamericana y que esa influencia se refleja en lo que escribe hoy. Es experta en teorías feministas y ha escrito varios libros y artículos sobre diferente temas políticas.
“Los latinoamericanos en Alemania éramos bien vistos”, dijo Mendoza. “Culturalmente éramos intelectuales, políticamente también”.
En 1982, siete años antes que cayera el muro de Berlín, Mendoza se fue a vivir a Perú, donde trabajó con una organización feminista y un grupo de cine alternativo.
“Es un país maravilloso”, dijo Mendoza de Perú. “Creo que tiene una densidad, una profundidad, (donde) se siente el drama de la historia de América latina”.
Mendoza regresó a Honduras en 1986, donde nació su hija Anaís, y trabajó como consultora de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Poco después fue a estudiar su doctorado a la Universidad de Cornell en Nueva York después de ganarse la beca Fulbright.
Regresó a Centroamérica luego de dos años, y vivió trabajando en Honduras y Nicaragua con varias organizaciones, incluyendo la ONU.
Pero Mendoza quería ser académica, y no se sentía “políticamente cómoda” con la ONU. Regresó a Perú, donde trabajó en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y luego se fue a trabajar a Nueva York, mientras buscaba un trabajo permanente.
“Me tomó tres años en realidad para encontrar lo que buscaba”, dijo Mendoza.
Y lo que buscaba resultó siendo un trabajo en CSUN. El departamento de estudios de género y la mujer buscaba a alguien especializado en ciencia política y estudios centroamericanos para enseñar en el departamento.
“No encontrábamos esa combinación”, dijo Marta López-Garza, profesora de estudios de género y la mujer y estudios Chicanas/os, quien además comentó que se habían dado por vencidos cuando recibieron la solicitud de Mendoza. “Ella fue nuestra última esperanza y era perfecta para la posición”.
López-Garza dijo que la historia de cómo Mendoza vino a CSUN demuestra lo que ella significa para la universidad.
“Refleja las contribuciones únicas que hace Breny, no sólo para este departamento, pero para la escuela, y como académica en general”, señaló López-Garza.
Mendoza dice que se siente cómoda en CSUN, donde también está enseñando una clase de estudios centroamericanos este semestre.
“(Mi) departamento es un departamento ideal”, dijo Mendoza, quien no ha dado clases de estudios centroamericanos en casi tres años. “No me he ido de CSUN en busca de otra cosa”.
Mendoza considera que el programa de estudios centroamericanos es un programa muy progresivo y que la relación entre estudiantes y profesores es distinta.
“No tengo que negociar mucho la cuestión cultural”, expresó Mendoza. “En otras aulas yo soy una representante más de la diversidad, mientras en esa tenemos una especie de agenda común”.
“Ella cruza fronteras en varias formas”, comentó López-Garza sobre Mendoza. “Puede internarse con diferentes grupos de estudiantes”.
En su seminario de cultura de Centroamérica, Mendoza da clase en inglés y español, algo que Amy Ulloa, una estudiante hondureña, admira.
“Me gusta cuando da la clase en español porque nos recuerda de donde somos y lo que estamos estudiando”, dijo Ulloa, quien cursa su tercer año de estudios centroamericanos.
Aunque Mendoza regresa dos veces al año a Honduras y da clases en una universidad pedagógica, ella dice que es difícil mantener su identidad Hondureña.
“Estoy un poco desconectada con la comunidad centroamericana”, dijo Mendoza. “Los hondureños no tenemos una comunidad tan unida como los salvadoreños. Siempre me he sentido como la hondureña solitaria”.
Ulloa se identifica mucho con Mendoza y le sorprendió saber que había una profesora hondureña en la universidad. Para Ulloa, Mendoza es una inspiración.
“Ella es la definición de lo qué es ser mujer en la sociedad hoy”, explicó Ulloa. “Rompe esa barrera del mundo de hombres y es un ejemplo”.