En tiempos de demagogia populista, ¿aún queda espacio para una experiencia democrática de acción política? ¿Existe todavía una oportunidad, cuando expresamos nuestro disentimiento en las calles, de redescubrir esa emoción de participar, que Hannah Arendt llama felicidad pública? Apelando a esta emoción, Adriana Cavarero propone recuperar el núcleo genuino de la democracia y sugiere identificarlo en la vivencia concreta de las personas que interactúan en un espacio público como una pluralidad de agentes iguales y distintos. La democracia “surgente” vive de la creatividad no violenta de un poder extendido, participativo y relacional, donde cada ser humano puede expresar su singularidad convirtiendo ese espacio social en lo suficientemente fértil como para que germinen nuevas esperanzas y posibilidades democráticas para el futuro. Revisando algunos aspectos del pensamiento político arend...read more