Este libro iba a llamarse El color del triángulo, hasta que intervino mágicamente Augusto Monterroso, gran amigo del autor, para sugerirle el más exacto de La sombra del triángulo. De un modo o de otro, el triángulo es la figura dominante. En su significación más obvia y plástica, es el vello del pubis. En su significado más simbólico, al que ni el pubis ni la literatura pueden ser ajenos, representa, como lo definió Juan Eduardo Cirlot, «el fuego y el impulso ascendente de todo hacia la unidtid superior, desde lo extenso (base) a lo inextenso (vértice), imagen del origen o punto irradiante». En el centro del triángulo está el «Ojo de Dios», que puede ser el dios oriental del placer o el dios censor de nuestra cultura occidental. En cuanto a la sombra, es más la misteriosa flor de las mujeres que las de las muchachas en flor. Sombra que dibuja el deseo y lo inalcanzable del deseo.
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