Ya nadie habla del alma en la filosofía. Quedó reservada para literatos y poetas. Denunciaron su origen mítico, pájaro con cabeza humana, lluvia de partículas. La acusaron de despreciar al cuerpo. La aplastaron el positivismo y ese yo homogéneo e impersonal de las filosofías de la conciencia. La psicología la redujo a un conjunto de mecanismos psíquicos. ¿Pero cómo dar cuenta de la singularidad de una persona, e incluso de una habitación o de un paisaje, de sus tonalidades, sus tensiones y armonías, sus evocaciones bellas o monstruosas, sus existencias virtuales, sin hablar de su alma? No es un problema metafísico, dice Étienne Souriau (1892-1979). Porque un alma no está dada, hay que instaurarla. Es una tarea peligrosa, arriesgada, simplemente porque puede fracasar. Un alma puede ser tan estrecha que tienda al automatismo, o tan extensa que se esfume como la neblina.
El modo de...read more