John Stuart Mill escribió en su Autobiografía que era uno de los pocos ejemplos en Gran Bretaña de alguien que no es que hubiera abandonado las creencias religiosas, sino que nunca las tuvo: «Crecí en un estado negativo con respecto a las mismas. Consideraba las religiones modernas exactamente igual que como consideraba las antiguas, como algo que de ninguna manera me concernía». Sin embargo, los problemas a los que las religiones intentan dar respuesta sí le preocuparon, y mucho.