En vísperas de conmemorar los 110 años de la fundación de la primera escuela Montessori o Casa de los niños merece la pena reflexionar sobre la hasta hoy vigente importancia y necesidad del pensamiento de su fundadora. María Montessori nos propone una educación centrada en formar al niño y ayudarlo a encarnar esa imagen inédita de persona que se nos ha encomendado cumplir y realizar, nada más esencial en la educación; todos tenemos la sagrada tarea de cuidar de nosotros mismos y velar por llegar a ser esa persona que estamos llamados a ser y ayudar a los demás a que cumplan con esta finalidad.
En una época en que la humanidad sigue sufriendo la explotación laboral, la violencia, el deterioro ecológico y la trasmutación de valores, productos por un lado de la ignorancia de la gente, pero también de la proliferación de sistemas educativos que explotan y reducen todo a precio y riqueza, María Montessori ayuda a dar luz sobre cómo educar en la verdadera libertad centrada en la coherencia, la responsabilidad, el amor a la verdad y el bien, así como en la dignidad y el valor de las cosas, no por cuánto cuestan, sino por ser dignas de aprecio. Por esto no es difícil pensar que la Casa de los niños es un camino pedagógico que prepara “el hogar del ser” centrado en el conocimiento, el amor y respeto a uno mismo, a la humanidad y al mundo en que habitamos.
Comparto esta investigación con el interés de entusiasmar a los lectores a desarrollar su propia lectura de la obra de María Montessori, así como invitar a asumir el compromiso de formar y formarse en plenitud, y ayudar así a los demás a cumplir con su “misión cósmica” de ser persona y preparar el hogar y la morada del ser.