“Esta novela podría servir para un teleteatro, lo reconozco, pero no sin trabajo cuidé de no caer en lo cursi como un peligro inmanente, lo que creo haber logrado. Y como detalle pintoresco debo agregar que mientras todos los días a las tres de la tarde subía hasta mis altas ventanas un 'se va a acabar, se va a acabar', los dos personajes centrales de mi peripecia redondeaban su delirio amoroso sólo interrumpido por la muerte, tal como debía ser… De modo que de haberse puesto en una probeta ambas cosas, la consigna popular y el amor de mi pareja, quién sabrá lo que saliera, quizás un niño de dos cabezas. Y también, con destino a aquellos del 'se va a acabar', gracias por el hálito conjunto que subía hasta mi ventana del entonces piso 16. Era como la campanilla de Pavlov y sus reflejos condicionados. El estómago del perro alimentado a horas fijas empezó a segregar sus jugos cuando no h...read more