Roma, tal como la conocemos la espléndida ciudad de palacios y plazas dominados por la cúpula de San Pedro, fue una creación del papado, remodelada y erigida de nuevo a finales de la Edad Media tras un largo periodo de abandono. Encarnaba una nueva estética: los ideales clásicos de simetría, axialidad, centro, jerarquía y unidad concretados y aprovechados para los requerimientos del poder eclesiástico y la responsabilidad cívica. Roma era simultáneamente producto y cuna del Alto Renacimiento. En manos de Bramante, Antonio da Sangallo, Vignola y della Porta, los palacios, desarrollados a partir de la austera tradición romana y florentina del Quattrocento, se convirtieron en edificios de imponente nobleza. Se erigieron iglesias a docenas; diseñadas tras la fachada del templo a partir de los principios de armonía espacial y cósmica, desplegaron una interminable versatilidad estilística...leer más