Ante Heidegger, el pensador —el pensador alemán—, Celan, el poeta —el poeta judío— acude con un único aunque preciso ruego: que el pensador [...] pronunciara una palabra, una sola: una palabra sobre el dolor. A partir de la cual, quizás, todo pudiera aún ser posible. No tanto la «vida» (siempre es posible, es bien sabido, incluso en Auschwitz), como la existencia, la poesía, el habla. La lengua. Es decir, la relación con el prójimo.
Desconozco qué palabra esperaba Celan. No lo sé. Algo me dice, sin embargo, que se trata de la palabra más humilde, de la más difícil de pronunciar; de aquella que exige justamente «salir fuera de sí»,— esa palabra que todo Occidente, con su pathos redentor, no ha sido capaz de pronunciar, y que aún tenemos que aprender a decir, pues estamos sin ella condenados a desaparecer: la palabra perdón.
Philippe lacoue-Labarthe
El exterminio h...leer más