La división entre personas y cosas es el postulado que parece haber organizado desde tiempos inmemoriales la experiencia humana. Ningún otro principio está tan enraizado en la percepción y en la conciencia moral como la convicción de que los seres humanos no somos cosas, porque las cosas, según una dicotomía insalvable, son lo opuesto a las personas. Sin embargo, la reconstrucción genealógica, al destapar el «dispositivo de la persona», permite seguir las consecuencias divisivas que han conformado el horizonte moderno según un doble proceso de despersonalización (o cosificación) de las personas y de desreificación (o anonadación) de las cosas. Este nudo entre personas y cosas, determinante para la confluencia del derecho romano, la filosofía griega y la concepción cristiana, solo puede ser desenredado, según Roberto Esposito, desde la perspectiva del cuerpo, tercero excluido de la dic...leer más