Los animales, hermanos del hombre y poseedores de una sabiduría secreta, tal como los veía el indio norteamericano. Un ejemplo de solidaridad ecológica y fraternidad universal. El indio americano tenía una relación muy especial con los animales. Por una parta necesitaba cazarlos para vivir, pero, por otra, los animales eran sus hermanos —hijos, como él, de la Madre Tierra— y, además, poseían unas características y una sabiduría que él se esforzaba en asimilar. Los animales eran manifestaciones de espíritus arquetípicos, que se revelaban al piel roja cuando éste, practicando el ayuno y la soledad, obtenía la visión en que algún animal le comunicaba un mensaje o una enseñanza. Algunos animales, como el bisonte, proporcionaban al indio casi todo lo que necesitaba para vivir —carne, pieles para tiendas y vestidos, huesos para utensilios, etc.— y el indio, siempre consciente de su deber de gratitud, les tenía una veneración especial. En realidad, la relación del piel roja con los animales es un caso particular de su relación con la Naturaleza en general, hecha de reverencia, solidaridad y profunda conciencia de sus dimensiones sagradas.