Hacerse una voz como lesbiana en el árido ámbito académico, para esas lenguas vivaces, es un trabajo arduo que Virginia Cano encara con entusiasmo. Así, combina en su escritura una voluntad de forma que dibuja un estilo propio, al tiempo en que entrecruza estéticas versátiles: la belleza recia del martillo que destruye ídolos, con la lucidez del hacha que punza preguntas díscolas, con la gracia jugosa y porosa de la lengua que cartografía un corpus lesbiano y compone una ética tortillera.