Atsushi Nakajima (Tokio, 1909-1942) curso estudios superiores en la Universidad de Tokio. Al terminar la educación secundaria, ingresa en la Facultad de Letras de la Universidad Imperial de Tokio. En 1932 se casa con Taka Hashimoto. Viaja a Manchuria, por el norte de China. En 1934 abandona el posgrado y sufre un fuerte ataque de asma. En un viaje a China escribe un borrador de sus poesías, dos ensayos y comienza dos de sus cuentos cortos «El diario de un camaleón» y «El documento de un lobo enfermo». En 1941 se plantea dedicarse a la literatura. Deja su trabajo en el instituto femenino de Yokohama y consigue un puesto en la investigación del proyecto de un libro de texto de Japonés para las colonias en la Agencia del Pacífico sur. Sufre repetidos ataques de asma y entrega una petición de regreso por su enfermedad. Finaliza diversos cuentos, incluyendo «Posesión», «La momia», «La luna sobre la montaña» y «La catástrofe de las letras» e inicia otro relato sobre la Antigua China.
En 1942 viaja por todo Palaos con el pintor Hisakatsu Hijikata. Consigue el permiso de regreso temporal a Tokio y vuelve a la casa de su padre donde le esperan su esposa e hijos, pero su enfermedad empeora debido al cambio de ambiente. Publica «La luna sobre la montaña» y «La catástrofe de las letras» en la revista Bungakukai. Termina su novela sobre la Antigua China y publica la primera compilación de sus novelas. Escribe otros relatos sobre el Pacífico sur como «La felicidad». A pesar de que su enfermedad se agrava, continúa escribiendo historias ambientadas en la Antigua China, como «El maestro». Publica la segunda compilación de sus relatos. Fallece a los 33 años.
Reproducción parcial de un artículo aparecido en el periódico Le Monde en el año 2012 con motivo de la publicación de un libro suyo en Francia:
«No se puede desaprovechar esta ocasión de añadir un nombre a la larga lista de las víctimas de la metáfora astronómica: Atsushi Nakajima (1909-1942) es un meteoro. Esta figura atípica de la literatura japonesa de entre guerras lleva dos años creciendo a ojos vistas.. y a vista de telescopio. Más bien, a priori, una estrella fugaz misteriosa. Quizá una curiosidad, un fenómeno celeste más, pero que merece consideración».
«El autor, aunque consciente de su época, de sus experiencias y de la guerra, expresa una necesidad de escribir que obedece no tanto a una exigencia de sentido cuanto a una confusión de los sentidos. A un desequilibrio intemporal, a una nausea, a un vértigo. Su obra se construye dispersándose, diluyéndose, intentando abrazar un corazón invisible con círculos cada vez mayores.. Ese vértigo existencial, ese sincretismo tan personal, ese Oriente y ese Occidente suyos dan siempre en el blanco. Un escritor de verdad».