Si hubiera nacido más al norte, posiblemente Joan-Lluís Lluís no habría escrito su obra en catalán. Si hubiera nacido más al sur, quizás no habría concebido nunca su primera novela, Ulls de sorra (1993), que narra un episodio de la Guerra de Argelia. Hijo de Perpiñán, la frontera es su territorio. El dia de l’ós (2005), Aiguafang (2009), Cròniques d’un déu coix (2014, premio Lletra d’Or), El navegant (2016, premio Crítica Serra d’Or) y Jo soc aquell que va matar Franco (2018, premio Sant Jordi) lo emparentan con los grandes fabuladores. Conversa amb el meu gos sobre França i els francesos (2002) abreva en la tradición panfletaria. Els invisibles (2020) recrea su recorrido personal por la lengua “paterna”, habría que decir en su caso: hasta los veinte años solo había hablado el catalán con su padre. Ha acogido, como traductor, El arrancacorazones de Boris Vian y El libro de los finales de Joan Bodon, dos autores que representan dos polos: por la imaginación al poder, el uno; por la conciencia de los desposeídos, el otro.