El fin de los Montioc, publicado en 1985, fue un libro de difícil clasificación desde el principio: ni literatura, ni etnografía. Demasiadas descripciones de fiestas, pesca e iguanas para ser libro de tradición oral; demasiados textos no huaves para ser un retrato fiel de una cultura autóctona; demasiadas narraciones personales y digresiones para ser antropología científica. Sin embargo, la publicación tuvo gran éxito entre las siguientes generaciones de investigadores y de manera alentadora, entre los maestros y estudiosos huaves, ahora interesados en una tradición antes deplorada. La fuerza narrativa de los relatos permitió que se le dieran los más diversos usos: músicos que reutilizaron los parlamentos de la tortuga, poetas que llaman el alma al modo de los huaves, médicos que analizan el síndrome del conejo, ecologistas que asociaron siempre la lluvia con la pesca.