Nacido en Segovia durante la Guerra Civil, de padre castellano y madre andaluza, estudió Magisterio y Filosofía y Letras.
Durante el franquismo colaboró en la prensa clandestina del Partido Comunista y fue corresponsal de Radio España Independiente de 1962 a 1973. Durante su exilio en París dirigió la publicación Información Española, que se realizaba para los emigrantes españoles en Europa. En 1974 fue excluido del Partido Comunista por diferencias ideológicas y políticas. La censura de Fraga Iribarne prohibió la publicación de sus novelas en Seix Barral y Ciencia Nueva. Muerto el Dictador, colabora en periódicos y publicaciones de España y Europa. Fue fundador, presidente y responsable de Cultura del diario Liberación.
Galardonado en 2013 con el premio José Luis Sampedro, ha publicado 50 libros, entre novelas y ensayos (en editoriales como Txalaparta, Libertarias, Cátedra, Muchnik, Planeta
), e impartido más de 1.000 conferencias en diversas ciudades el mundo.
Discurso de aceptación del premio José Luis Sampedro
La auténtica patria del escritor es la lengua en que escribe. En el año 1945, algunos autores Paul Celan, Ingeborg Bachmann, Adorno, entre otros comprendieron que su lengua había sido sacrificada por los genocidas y burócratas alemanes que provocaron el mayor holocausto de la Historia. Tenían que construir una lengua nueva purgando las palabras que la desarrollaran.
Hoy, en otras circunstancias, que a algunos nos llenan de zozobra y angustia, vivimos bajo el atropello, la prostitución de nuestra propia lengua. Se utilizan procedimientos más propios de Goebbels que de la riqueza de uno de los idiomas más creativos del mundo, para impartir mensajes y alienar a los ciudadanos. Perversión de contenidos, modos populistas, alteración de significados, palabras quemadas: cada palabra un cadáver de su prístino origen, un intento de extinción del pensamiento. Como dijo Celan: «busca la nube palabras y llena el cráter del silencio. Lo inexplicable recorre, en voz baja, el país».
Muchos responsables de las industrias culturales y de la política vulgarizan el lenguaje, lo deforman hasta límites en los que resulta imposible reconocer su acepción, su música oculta, su búsqueda de la belleza. Su razón de ser. Y el escritor debe rebelarse contra estas perversiones si quiere sobrevivir y no ser aniquilado por este holocausto de la cultura. El escrito ha de regenerarlo, dignificarlo, purificarlo.
Un premio amparado bajo el nombre de José Luis Sampedro, un hombre y un escritor honrado en la más profunda estela machadiana, un escritor y un hombre entre los más honestos y profundos creadores de nuestro tiempo, es, sin duda, el mejor, casi podría decir el único premio que me han concedido en mi vida, y me reconforta y anima a seguir luchando por la palabra y la libertad, no sólo mías, sino de los ciudadanos a quienes se pretende esclavizar en su pensamiento, diferencia y dignidad humana.