San Clemente de Alejandría (Titus Flavius Clemens) fue el primer miembro de la Iglesia de Alejandría en recibir notoriedad además de ser uno de los más destacados maestros de dicha ciudad. Nació a mediados del siglo II y se estima que murió entre los años 211 y 216. Clemente no nació en Egipto como muchos han creído, sino en Atenas según narra el historiador Epifanio Escolástico (historiador del siglo VI) hacia el año 150. Tal información parece reforzada al constatar que Clemente contaba con una habilidad avanzada para escribir en griego clásico. Según los historiadores, los padres de Clemente de Alejandría eran paganos adinerados, de clase social alta. Clemente recibió una buena educación como se nota por el hecho de que a menudo hace referencia a poetas y filósofos griegos en sus obras. Viajó por Grecia, Italia, Palestina y finalmente Egipto, en busca de maestros cristianos. Al final llegó a Alejandría, la «ciudad símbolo» de ese cruce de diferentes culturas que se da en el helenismo.
Clemente fue alumno de Panteno -en quien reconocería haber encontrado el mejor de sus maestros-, administrador de la escuela de la catequesis de Alejandría. Cuando Panteno murió, Clemente fue su sucesor y por lo tanto tomó las riendas de dicha escuela. Uno de los estudiantes más famosos al cual educó Clemente fue Orígenes. Numerosas fuentes atestiguan que fue ordenado presbítero.2 Durante la persecución de Septimio Severo, en 202-203, Clemente abandona Alejandría y tuvo que buscar refugio en Cesarea junto al obispo Alejandro, quien era obispo de Flaviada en Capadocia (Alejandro se convertiría luego en el obispo de Jerusalén). Clemente murió poco antes del 215 (vivió en Capadocia esos últimos años).
La amplia cultura pagana de Clemente no fue borrada por su encuentro con el cristianismo. Los filósofos gentiles, Platón en especial, se hallaban según él en el camino recto para encontrar a Dios; aunque la plenitud del conocimiento y por tanto de la salvación la ha traído el Logos, Jesucristo, que llama a todos para que le sigan. Éste es el tema del primero de sus escritos, el Protréptico o «exhortación», una invitación a la conversión.
A los que se deciden a seguir a Cristo, Clemente dedica la segunda de sus obras, el Pedagogo, el «preceptor». Trata de la obra educadora y de situaciones de la vida ordinaria en Alejandría. Esta misma idea aparecerá en su tratado Quis dives salvetur, «quién es el rico que se salvará», una homilía que comenta la escena evangélica del joven rico.