Emilia Pardo Bazán

Emilia Pardo Bazán

Emilia Pardo Bazán nació en 1851 en La Coruña. Hija del conde José Pardo Bazán, título que heredará a su muerte, recibe una educación distinguida en un colegio francés. Gracias al estímulo de su madre, que le inculca desde niña el amor por la lectura y la escritura, muestra desde muy joven un vivo interés por los clásicos españoles, especialmente por Cervantes y Plutarco, y por la literatura extranjera, siendo una lectora precoz de La Fontaine y Jean Racine. Contrajo matrimonio a los 17 años con José Quiroga, y se trasladó a Madrid. Después viajó por Europa –Inglaterra, Alemania e Italia– con sus padres, aprendiendo inglés y alemán, al tiempo que se informaba de la actualidad literaria europea.

En 1876 debutó como escritora con un Estudio crítico de las obras del padre Feijoo, y en el mismo año Francisco Giner de los Ríos publicó una colección de sus poemas que llevan el nombre de su primer hijo: Jaime. Tres años después da a la imprenta su primera novela, Pascual López, pero es a partir de los años ochenta cuando su narrativa adopta una personalidad definida, marcadamente naturalista, con Un viaje de novios (1881) y La tribuna (1882).

En la revista La Época escribe unos artículos de crítica literaria sobre Émile Zola y la novela experimental, que después reúne bajo el título La cuestión Palpitante(1883), y que la convierten en impulsora clave del naturalismo en España. Estos artículos arman un gran revuelo, hasta el punto de costarle el divorcio casi dos años después, ante su negativa a aceptar la exigencia de su marido para que se retracte de sus escritos y renuncie a escribir. En 1884 publica La ama joven, donde aparece el tema de las crisis matrimoniales, y comienza una relación amorosa con Benito Pérez Galdós, que, a pesar de los engaños de Emilia con jóvenes como Lázaro Galdiano y Narcís Oller, durará más de veinte años.

Su método naturalista culmina en Los pazos de Ulloa (1886-1887), su obra más conocida, en la que describe la decadencia de la vida rural gallega. Su literatura acaba tendiendo hacia un simbolismo y espiritualismo mayores en la década de los noventa.