Honoré de Balzac (Tours, 1799-París, 1850) era hijo de un modesto aldeano que, al calor de los cambios que acompañaron a la Revolución de 1789 y gracias a sus habilidades, fue ascendiendo en la escala social hasta disfrutar de los lujos de la alta sociedad durante las campañas napoleónicas. A los cincuenta y un años se casó con una mujer treinta y dos años más joven, hija de una familia burguesa. En su infancia, Honoré se sintió rechazado por su madre. Años después confesó que ésta había sido la causa “de todo el mal en mi vida”. A finales de 1814 la familia se trasladó a París. Mal que bien, terminó sus estudios en otro colegio. En 1816 se matriculó como estudiante de jurisprudencia en la universidad mientras trabajaba de escribiente en el bufete de un abogado. Al fin con la licenciatura bajo el brazo, se colocó en el despacho de un notario. Pero en 1819 declaró que no quería ejercer una profesión burguesa sino ser escritor y hacer rico y célebre con sus libros. La caída de Napoleón empobreció a la familia Balzac, que decidió dotar durante dos años de una pequeña ayuda económica al flamante hijo escritor. Entre 1821 y 1829 escribió bajo pseudónimo multitud de novelas de ínfima calidad. También se embarcó en negocios relacionados con el mundo editorial en los que fracasó. Por fin obtuvo su primer éxito literario con la novela Los Chuanes, a la que le siguió La piel de zapa (1831). Al año siguiente concibió la idea de escribir una serie de novelas que retratasen a la sociedad de su tiempo y que integró en las Escenas de la vida privada, germen de su ciclo novelístico La Comedia humana. Al mismo tiempo conoció al gran amor de su vida, Ewelina Hánska, condesa de origen polaco y casada. Tras la muerte de su esposo, Balzac trató en vano de desposarse con ella. Después de varias tentativas, logró su propósito el 14 de mayo de 1850, pero pocos meses después murió en París. Como dice Stefan Zweig en la biografía que le dedicó, se mató a fuerza de trabajar