En una de sus cartas, pozos siempre de sabiduría intuitiva, explica lo que le diferencia de Byron: “Él describe lo que ve y yo lo que imagino”. Keats necesita el estímulo de la belleza, proceda ésta del paisaje, de una obra artística o del amor, para dejarse ganar por la ensoñación lírica y ver desde ella cómo piensa el sentimiento, cómo siente el pensamiento, alzados los dos a una superior armonía.
En muchos de sus poemas nos habla de ese “espacio de mirada interior” en donde no existe el tiempo y desde donde se roza el ideal.