Sinesio de Cirene

Sinesio de Cirene

Sinesio o Sinesio de Cirene (Griego: Συνέσιος; Cirene, c. 370 - Ptolemaida, 413 ó 14) fue un filósofo neoplatónico y clérigo griego, natural de la Pentápolis de Cirenaica, en la actual Libia. Rico aristócrata, fue discípulo de la filósofa alejandrina Hipatia y amigo del patriarca de Alejandría Teófilo. En 409 ó 410 fue elegido obispo de Ptolemaida, cargo que aceptó con renuencia. Sinesio pertenecía a una de las familias más importantes de Cirene, que se decía descendiente de uno de los compañeros de Heracles. Educado inicialmente en la elocuencia, bebió de la tradición clásica a través de Aristóteles, Homero y Platón, sintiéndose heredero de Dión Crisóstomo. También iniciado en las ciencias, al ser Cirene patria de Teodoro y Eratóstenes, fue un apasionado de la caza, las armas y los ejercicios ecuestres, entretenimientos propios de la aristocracia tardorromana.
Antes del 395 Sinesio residió durante tres o cuatro años en Alejandría. Allí conoció a Hipatia, filósofa neoplatónica e hija del matemático Teón, convirtiéndose en su alumno y discípulo. Se formó en astronomía, matemáticas y neoplatonismo, abarcando el amplio espectro que separa los extremos de la ciencia aplicada y la metafísica.
Concluidos sus estudios, Sinesio viajó a Atenas, pero tanto la propia ciudad como su activa escuela neoplatónica le decepcionaron profundamente. De regreso a Cirene, en el año 399 sus conciudadanos le encomendaron encabezar una embajada para solicitar al emperador que redujera los impuestos exigidos a la Pentápolis. Para cumplir su cometido, Sinesio se desplazó a Constantinopla, donde permaneció tres años. En el discurso Acerca de la realeza, pronunciado ante el emperador Arcadio, criticó el abuso de poder y la corrupción, así como el hecho de que la defensa de las fronteras se encomendara a germanos, a los que Sinesio consideraba bárbaros.
En el año 402 volvió con éxito: había logrado una rebaja significativa en los tributos. Se desplazó a Alejandría, donde se casó con una cristiana, perteneciente a la nobleza de la ciudad. El patriarca Teófilo de Alejandría casó personalmente a la pareja.
De vuelta a Cirene, se implicó personalmente en la defensa de las fronteras, construyendo un nuevo modelo de catapulta y reforzando las fortificaciones. A finales de 409, o en 410, en agradecimiento por los servicios prestados, el clero y el pueblo de Ptolemaida le eligieron como su obispo. Sinesio se resistió a aceptar el cargo, pero acabó asumiéndolo en 411, no sin antes exponer ante el patriarca Teófilo sus condiciones: no renunciaría a su matrimonio ni a sus convicciones filosóficas, que le impedían aceptar algunas creencias comunes. A juicio de Quasten, hasta el final de sus días Sinesio siguió siendo «más platónico que cristiano, como lo revelan sus escritos».6 Con todo, a partir de su nombramiento como obispo no vuelve a hacer referencia a su mujer en sus cartas, por lo que algunos investigadores sospechan que el patriarca le obligó a renunciar a su vida conyugal.
Ya obispo, Sinesio utilizó su autoridad para defender a sus compatriotas de los ataques de las tribus del desierto y de los abusos de Andrónico, un alto funcionario del gobierno que llevaba años cometiendo graves abusos contra la población. Sinesio pronunció contra él la primera excomunión solemne de la que se tiene noticia.
A pesar de la prudencia y buen criterio que demostró como obispo, los últimos años de Sinesio fueron muy amargos. Su hermano se vio forzado a huir para evitar ser nombrado decurión, cargo que suponía la ruina económica del interesado, obligado a responder como garante de la recaudación pública. En el año 413, tras perder a sus tres hijos, escribió a su maestra Hipatia que había sufrido «tantos infortunios como es capaz de sufrir un hombre», y le reprochó que ni ella ni sus amigos de Alejandría hubieran respondido a sus cartas. Ese mismo año, falleció, consumido por el recuerdo de sus hijos muertos.