Nacido en Sedán en 1904, dominico, llegó a ser uno de los principales expertos del concilio Vaticano II. Su obra teológica, que se cuenta entre las más señaladas del siglo xx, está dedicada a la eclesiología y el ecumenismo. En 1994, un año antes de su muerte, fue elevado a la dignidad de cardenal. La agitada vida de Congar estuvo marcada, desde muy temprano, por sucesivos exilios a la vez que por su vocación ecuménica. Ingresa en el seminario de los carmelitas (Instituto Católico de París) en 1921. En 1925 entra en el noviciado dominico de Amiens, donde profesa un año después. Cursa estudios en Le Saulchoir, escuela en la que, a partir de 1932, enseña eclesiología. Ordenado sacerdote en 1930, su tesis de lectorado en teología, al año siguiente, versará sobre La unidad de la Iglesia. Entre la publicación de Cristianos desunidos en 1937, año en que comienza a dirigir la colección Unam Sanctam, y la de Verdadera y falsa Reforma en la Iglesia (1950), el teólogo dominico se convertirá en Francia, junto con M.-D. Chenu, J. Daniélou y H. de Lubac, «en la encarnación [...] de una 'nueva teología'» que busca «volver a las fuentes del cristianismo y al diálogo con las grandes corrientes del pensamiento contemporáneo». En febrero de 1954, Congar es apartado de la enseñanza y enviado a Jerusalén; pasará después, en 1956, una estancia en. Cambridge. En 1960 es nombrado consultor de la comisión teológica preparatoria del concilio Vaticano II, en el que participará como experto entre 1962 y 1965, y donde redactará su Diario del concilio.