La experiencia religiosa aspira fundamentalmente al encuentro personal con la divinidad, asociada con una contemplación que, cuando más, pide compromiso con los demás. Especialmente desde la modernidad, esta mística ha permeado en el cristianismo desarrollando el cultivo de la vida interior, pero ha quitado relevancia a lo que la tradición primigenia colocaba como el culmen de la experiencia y su lugar de verificación: el encuentro con Cristo Pobre en los pobres y la atención a su necesidad. Con perspectiva fenomenológica, investigamos los rasgos de la experiencia mística en este encuentro, para descubrir al Dios que se hace presente en los pobres y convierte nuestra experiencia en una comunión vital, práctica e histórica con Él y con el prójimo.