Estos textos, que van de 1894 a 1906, nos presentan al pintor Paul Cézanne. Y es así cómo firmaba alguna de sus cartas: Pictor P. Cézanne. Indisoluble entonces, puede decirse, como se dijo, que se trata del pintor puro. Como tal se sintió siempre, pincel en mano. Así, sentado a la mesa rumiaba: Miren cómo la luz ama con ternura a los damascos, los toma por entero, entra en su pulpa, ilumina todos sus lados. Pero es avara hacia los duraznos, de los que solo vuelve luminosa la mitad. Y sea quien fuera el visitante, poeta, escultor, pintor, coleccionista o militar, encontrarán lo mismo: una vida fuerte y misteriosa, cultivada en la más extrema soledad, en el silencio de quien se debate entre su pequeña sensación y la idea, toda vez perseguidas y jamás alcanzadas, en guerra contra la analítica de las Escuelas y la banalidad de los farsantes. Encontrarán entonces al sabio y al bruto reunid...leer más