Claramente nuestra casa intelectual fue construida con ramitas en el mejor de los casos, mientras que el lobo-Bion acechaba a la puerta. Pero, en realidad, todo pareció coincidir, pues la función alfa no nos lastimó, la tabla resultó ser inofensiva, contenido y continente nos parecieron muy familiares. Incluso, uno comenzó a sentirse un poco de lobo al soplar y soplar sobre las concepciones endebles de otros. Por lo tanto, si uno pudiese tolerar la exasperación y perseverar a pesar de los golpes que sufrió nuestra vanidad, el resultado fue bastante placentero.