
Desnudo, púrpura y envuelto en esa fina película blancuzca a la que los medicos se refieren como vernix caseoso, un recien nacido rompe el silencio en la sala de partos con su alarido y luego calla, casi en señal de respeto, mientras atraviesa la habitación con una curiosidad inenarrable, dejándose permear por este su nuevo mundo, y la pureza de quien, afortunadamente, no conocerá el mal hasta dentro de muchos años. ¿Cómo explicarle su presencia aquí? Más o menos, esa es la historia que cuenta El arrecife de las sirenas, algo así como una odisea en dos direcciones: la primera, el tránsito de la nada a la vida; la segunda, una sucesión de postales que van de Tlaquepaque a Trastevere, de un aeropuerto en París al templo de Kamakura, de la noche de Oporto al lago de Sloterpark en Çmsterdam... La búsqueda por el mundo de aquello que reside en ella misma es el hilo que cose todos estos rec...leer más