Durante siglos, los movimientos utópicos han tratado de construir una sociedad justa. David Harvey dirige la mirada hacia su historia para preguntarse por qué fracasaron y cuáles son las ideas que aún tienen que ofrecer. Su devastadora descripción del entorno urbano existente alimenta su argumento de que podemos y tenemos que utilizar la fuerza de la imaginación utópica contra todos los que dicen que «no hay alternativa». Esboza un nuevo tipo de pensamiento utópico que denomina «utopismo dialéctico», y reenfoca nuestra atención en los posibles diseños para un mundo más equitativo de trabajo y vida con la naturaleza. Para que funcione cualquier plan o ideología política, afirma, hay que tener en cuenta nuestras cualidades humanas, las capacidades y poderes inherentes a la naturaleza, y la dinámica del cambio.