Érase una vez una acuciosa cigüeña preocupada por la suerte de una bebé cuyo paradero de pronto estimó desatinado. Más de dos años le pareció escucharla llorar día y noche, hasta que decidió regresar por ella. No bastaron dos hogares para arreglar el desatino original, pero para la tercera vez, la niña había crecido tanto que ya resultaba una carga imposible para el pico del ave, y difícil para sus alas. Fue entonces cuando la niña se apiadó del cansancio de su cigüeña.
y decidió ayudarla a encontrar la casa donde quedaría definitivamente. La escogió cerca de las otras para no hacer
el viaje demasiado largo. Al llegar, se abrazó por última vez del cuello del animal, y le prometió hacer todo lo posible
para que esta vez las cosas salieran bien.
Si nos dejamos de cuentos, esta pequeña odisea nos invitará a meditar sobre ese arduo sentimiento de pertenencia que<...leer más