En Quiroga no hay problemática (como se estila decir ahora): hay hombres enraizados en un mundo y en una tradición, hombres que explotan y hombres que son explotados, vivos ambos en sus gustos, sus palabras, sus vidas y sus muertes. Hombres captados por el narrador con una visión que atraviesa la superficie de lo real para encontrar sus oscuros móviles. Meses antes de enfrentar la muerte, Quiroga advierte que ha cumplido ya su obra, Quiroga descubre que la muerte significa descanso, Quiroga ya se siente ocupado por la hermosa esperanza del renacer “en un sosfato, en un brote, en el haz de un prisma”. Siente formarse dentro de él una esperanza que no es la de la vida, sino la de la muerte: “La esperanza de vivir para un joven árbol es de idéntica esencia a su espera de morir cuando ya dio sus frutos”.