Del baúl que Fernando Pessoa legó a la posteridad—de donde salen los papeles manuscritos o mecanografiados, firmados por diferentes personajes, que conforman buena parte de su obra—surgió un misterioso cuaderno de tapas negras atribuido al Barón de Teive, que comenzaba con una decidida afirmación de voluntad suicida y que iba encabezado con el subtítulo «la imposibilidad de hacer arte superior». Más que un manual teórico o una guía de consejos prácticos para la vida—o para la muerte—, La educación del estoico es crónica personal de todo un camino voluntariosamente dispuesto: el ejercicio de la razón y sus armas para erradicar el dolor y, consecuentemente, la abdicación—lúcida, implacable, irónica— ante la vida.