En este texto escrito a mediados del siglo XIX, John Ruskin analiza las característica espirituales que definen el alma del gótico, las condiciones no sólo climáticas del norte de Europa que incidieron en la imaginación de los artesanos y constructores de las catedrales, los rasgos formales que permiten identificar la presencia del estilo gótico y los elementos organizativos y creativos detrás del esfuerzo colectivo propio de la arquitectura gótica.