Esperando la publicación de mis memorias que preparo en este momento, creo un deber dar, desde hoy, una rápida explicación de las principales circunstancias que precedieron y siguieron mi asunción al trono de la Araucanía y de la Patagonia.
Para esclarecer el pensamiento del público, al juicio de quien apelo, pondré ante sus ojos una cantidad de documentos oficiales emanados de mi o dirigidos en mi contra.
Se me reprochará, quizás, no haber fundado más bien una república en lugar de una monarquía, en una región rodeada de repúblicas. Me anticipo a responder que esta forma de gobierno habría sido rechazada por los Araucanos, que han guardado un buen recuerdo de la realista España, escrupulosa observadora de los tratados concluidos con sus padres, y para quienes la palabra república, por el caso de Chile efectivamente, se ha convertido en sinónimo de deslealtad.
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