“De la colección me atrae, sobre todo, su índole arbitraria, todo lo que la asemeja al juego del arte (y al arte del juego), su compromiso con lo inalcanzable. Al priorizar lo que falta, consigue relanzar el deseo y así extiende, como en la escritura, un placer ansioso, siempre dispuesto a multiplicar las series para ampliar el yo, para cargarlo, aunque sea fugazmente, de sentido”, dice María Negroni en uno de los textos incluidos aquí, y sus palabras podrían hacerse extensivas a todo el libro. Es que en este inventario de fetiches y objetos maravillosos –potencialmente inagotable e infinito como cualquier colección– está en primer plano la mirada inquieta de quien bucea en los pliegues del arte y la cultura para encontrar misterios mínimos y develar la belleza de lo que se nos esconde.
A diez años de su publicación original, Pequeño Mundo Ilustrado incorpora nuevas entradas co...leer más