La Habana es un delirio en el torbellino de la Transición: es la única ciudad delmundo con bares gays administrados por el Estado y atendidos porfuncionarios públicos, un lugar donde hasta hace poco había libreríasclandestinas, una capital latinoamericana que se alimenta con leche enpolvo y que reta a los lactófilos a pasar mil y una peripecias en subúsqueda de leche fresca, un espacio donde la santería, con sus rituales africanos y sus ingredientes locales, marca la vida cotidiana, unametrópolis donde la gente viaja «en botella», convirtiendo así cadaautomóvil en un transporte colectivo y en una plataforma para encuentros inesperados y aventuras singulares.