Algo persuasivo susurra en nosotros. Una proximidad amorosa nos invita a intimar. Excita un oído, entonces, se inventa un sonar, un método de navegación, una filosofía como vía a la intimidad: amante-navegante. Dos sensibilidades, monista y pluralista, discuten sus preferencias sobre el amor y la navegación; de las costas del susurro, de su piel y profundidad; y de la certidumbre del encuentro íntimo.
William James, filósofo de mundos, defiende la tesis pluralista confrontándola aquí con la vía monista. Desplaza el eje del problema; insubordina así el mapa conceptual: Ya no responderá a la solicitud de un orden especulativo sino al de una necesidad práctica: la diferencia entre avistar tierra, naufragar o nunca jamás zarpar; la diferencia entre intimar o no.
El problema con la vía monista es que ha puesto a la intimidad en el Todo eterno de lo absoluto, tan lejana de nuest...leer más