La figura de René Crevel se inscribe en esa vasta secta de descastados que pululó más allá de la ortodoxia surrealista representada por André Breton. Acaso el surrealismo, como todos los ismos, haya sido poco menos que eso: una pulsión comunal que abrevara y afluyera dispar, en todas direcciones, hombres que son producto de una Historia y de los que la Historia proviene. René Crevel fue uno de esos espíritus inquietos que buscó, escribió y se suicidó a los 35 años.
Martín Abadía