En este poemario en diidxazá (zapoteco) y castellano, Irma Pineda despliega invitaciones al deseo y añoranzas de placer, en un abanico de acepciones tanto anhelantes como carnalmente terrenales que no dejan al lector indiferente, sino más bien encendido al goce de los cuerpos, al encuentro, al amor y por qué no, incluso al adiós. Poesía que se podría llamar erótica pero que va más allá, al encuentro de los amantes y su ventura y desventura.