Los ensayos reunidos en este volumen hacen clara la posición de Azoulay: es necesario deshacernos de la distinción entre lo estético y lo político pues “ninguna imagen puede existir fuera del plano estético”. Por tanto, la fotografía debe ser entendida como un evento mediador de relaciones entre personas. Nadie es espectador, todos somos participantes de una situación fotográfica, y los sujetos retratados en una fotografía son miembros de una esfera cívica en la cual tienen el derecho a demandar ser vistos.