La amenaza de catástrofes nucleares, amenaza que sólo las catástrofes reales pueden hacer creíble, es la condición necesaria para afirmar el poder de los dirigentes, para asegurar en la calma el paso de una sociedad democrática, aunque ésta no sea más que un simulacro, a una sociedad tecnocrática de tipo autoritario.
En nuestras sociedades contemporáneas las tragedias ya no se repiten como farsas, directamente se transforman en destinos turísticos. Tras la emisión de la miniserie Chernobyl, el número de visitantes a la región fantasma en torno a la vieja central nuclear creció espectacularmente, si bien en 2018 ya había sido de 71.862 personas. La banalización del mal no conoce límites en la era de la mentira desconcertante. La idea de que Chernóbil fue «sólo un accidente» que hoy podemos conmemorar alegremente, o incluso visitar los lugares irradiados con la intención de conse...leer más