Nacida en Moscú (1892) su destino está inextricablemente unido a la historia contemporánea de Europa, marcada por dos guerras mundiales y el advenimiento de dos regímenes totalitarios. Casada muy joven con Serguéi Efrón, queda sola en Moscú, con dos niñas pequeñas —Irina, la menor, morirá de inanición durante la gran hambruna del invierno de 1919-1920—, cuando su marido marcha como voluntario del Ejército Blanco. En 1922 deja Rusia y, previo paso por Berlín, va a Praga donde se reencuentra con su marido. En Bohemia, Marina pasa uno de los períodos más felices y cruciales de su vida, intensifica su producción poética y su correspondencia; vive, además, una relación amorosa con Konstantín Rodzévich, que dio lugar a numerosos poemas, entre ellos el que sin duda es una de sus obras mayores, Poema del fin. En 1925, la familia se trasladó a París, donde Marina continuó con su actividad literaria. En 1938, y tras un período de angustiosas dudas —teme por el destino de los suyos y por el suyo propio, por el futuro de su hijo Mur y por las condiciones de vida que le esperan— vuelve con su hijo menor a Rusia, donde se encuentran su marido y su hija, Alia, colaboradores del gobierno soviético. Al cabo de dos meses, sin embargo, Serguéi Efrón es arrestado y Alia enviada a los campos. El Estado le prohíbe entonces publicar. El círculo parece cerrarse y la vida se convierte en un callejón sin salida. En 1941, Marina y su hijo son evacuados junto con un grupo de escritores a un remoto pueblo tártaro, donde, presa de la desesperación y la tristeza, se suicidó poco después