Martina Barros Borgoño, hija mayor de Manuel Barros Arana y Eugenia Borgoño Vergara, nació en Santiago el 6 de julio de 1850, en el seno de una familia con fuertes vínculos políticos, económicos y sociales.
Martina Barros compartió su infancia con sus hermanos -Manuel, Luis y Víctor- en casa de su abuelo paterno, Diego Antonio Barros, hasta la temprana muerte de su padre a causa de una afección cerebral. Una vez acaecido el infortunio, se trasladaron al hogar de su tío Diego Barros Arana (1830-1907), quién asumió la responsabilidad paterna y se puso al frente de la educación de los cuatro hijos adoptivos, pero, en especial, de la enseñanza de Martina, a quien educó en forma rigurosa y metódica. Esta educación privilegiada para una joven mujer del siglo XIX, la empapó de manera temprana de un ambiente en el que la historia y las letras estaban presentes en cada conversación.
En 1874, después de seis años de noviazgo, contrajo matrimonio con Augusto Orrego Luco (1849-1933) y pasó a llamarse Martina Barros de Orrego, nombre con el que figura en la mayoría de sus apariciones sociales.
Martina Barros es considerada como la primera intelectual chilena y una de las precursoras del feminismo en Chile. Aunque su actividad literaria se ciñó más a la lectura que a la producción de textos, legó una importante traducción de la obra de John Stuart Mill, The subjection of women (1869), unas cuantas conferencias, un artículo y un extenso volumen de memorias titulado Recuerdos de mi vida (1942). Con esos primeros textos, logró instalar en su círculo social discusiones acerca de la educación de las mujeres de la oligarquía chilena y el voto femenino, permeando de esas inquietudes liberales las esferas políticas y literarias de su época. Con esto logró, además, abrir la discusión específica sobre los espacios de libertad y decisión de las mujeres en el horizonte social del siglo XIX, delineando algunos de los cambios que comenzarían a cuajar en el horizonte político del XX.
En la década de 1920, su participación en el Club de Señoras levantó enconos entre los círculos sociales e intelectuales del tiempo, los que vieron, en las ideas que se plantearon allí, una amenaza a la estabilidad del hogar y de la familia, instituciones articuladoras de la sociedad de la época. Liberal, católica y autodidacta, participó en los escasos espacios de intercambio cultural del momento, los salones y las tertulias, y con posterioridad, ante el declive de estas prácticas, colaboró también con la Academia de Letras de la Universidad Católica.
La apuesta del feminismo liberal de Martina Barros abogó por la liberación de la mujer a través de la demanda concreta de una educación no diferenciada entre hombres y mujeres pues, en el camino hacia la igualdad, se concibió, primero, como paso necesario, "educarse para ser libres" (Castillo, Alejandra. "Las aporías de un feminismo liberal". En Barros, Martina. Prólogo a la Esclavitud de la mujer. Santiago: Palinodia, 2009, p. 10).
Las aspiraciones de Barros lograron sembrar en la élite intelectual de la época una inquietud que hasta entonces no había sido problematizada públicamente en forma activa y sistemática. En este sentido, Martina Barros contribuyó a generar condiciones discursivas para que el prurito de la autonomía y de la conciencia de género cobrara fuerza y fructificara en los primeros movimientos de reivindicación social y política femenina de principios del siglo XX.