El constitucionalismo moderno se asienta en las ideas de unidad, uniformidad y homogeneidad: un Estado soberano, una nación, un derecho, una estructura burocrática e institucional, una cultura, una identidad. Tal unidad y uniformidad no constituyen la ratificación de una realidad preexistente, sino una ruptura violenta con el pasado ejercida en la medida de los intereses del capitalismo que ha implicado la destrucción o marginalización de naciones, derechos, culturas e identidades que coexistían en el mismo territorio geopolítico. Este modelo, proclamado superior y de interés universal, ha sobrevivido a los procesos de descolonización política y se ha difundido por vía de un canon jurídico eurocéntrico, colonial, que cimenta la línea abismal, excluyendo, desvalorizando y haciendo invisibles diferencias étnicas, culturales, jurídicas, religiosas, regionales, entre otras.
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