Parece que la tragedia fuera un asunto desfasado en la actualidad. Su profundidad ontológica y su elevada seriedad irritan a la sensibilidad posmoderna, y su tono demasiado solemne ?propio de la más aristocrática de las formas artísticas? se presenta embebido de sacrificio, falso heroísmo y una nobleza de espíritu muy masculina. Pero si cierto posmodernismo es demasiado superficial para el género trágico, cierto posestructuralismo lo toma demasiado en serio. Para la izquierda, por su parte, la tragedia exhibe un aura desagradable de dioses, mitos y cultos cruentos, de culpa metafísica y destino inexorable.
El presente libro no es un trabajo histórico sobre la tragedia, sino que aspira más bien a ser un estudio político. Parte de la convicción de que un materialismo genuino, opuesto tanto al relativismo historicista como al idealismo, ha de estar también atento a aquellos aspect...leer más