Desde el nacimientos nos dejamos fascinar, hechizar e hipnotizar por el mundo y los otros que nos rodean. ¿Cuál es este poder oculto que nos gobierna y nos obliga a quedar capturados por los gestos, la mirada y la voz de los otros?
Esta reacción la compartimos con todos los animales que al nacer necesitan el cuidado de otros para poder sobrevivir. La fascinación que nos liga a nuestro mundo es un producto de la evolución. Pero, si los animales quedan hechizados por los sentidos cuando perciben el olor, el color o la postura de otros, para los humanos se añade otro tipo de hechizo: los significados que cada uno atribuye a las cosas hechizando, a su vez, el mundo y recreándolo como su mundo mental.
Cuando los humanos conversan con otros sobre y desde su representación particular del mundo, no saben cuál es la del otro y, sin embargo, nos sirve para comunicar. Y este mundo ...leer más