El antropólogo y periodista Joris Luyendijk sabía tanto como cualquier hijo de vecino sobre los misterios de la actividad financiera: apenas un par de tópicos. Los banqueros eran para él unos tiburones que urden siniestras intrigas en un mundo felizmente ajeno al nuestro. Hasta que le encargaron explorar las aguas del dinero. Pertrechado con los instrumentos de las ciencias sociales y el olfato de un sabueso, nuestro audaz investigador se arrojó sin miedo al tanque de los escualos, también conocido como City londinense. Durante dos años de inmersión conversó con ejecutivos y secretarias, con entusiastas y escépticos, con triunfadores y derrotados; interrogó a agentes de bolsa, especuladores, informáticos, contables y relaciones públicas: más de doscientos individuos que (a menudo sin advertirlo) rompieron el código de silencio para sacar a la luz las entrañas de la fiera.